jueves, 22 de diciembre de 2011

De carne, hierro y fuego.





Con labios de sangre y manos de ciego,
palpo la tierra como el peregrino,
nacido a tientas sin ningún permiso,
con seis adjetivos y un par de verbos.

Persigo un universo ya en retroceso,
olas no alcanzan las playas, rendidas,
enormes dudas en flameantes piras,
y el viento no admite llevar más besos.

Soy ateo devoto y compasivo,
vigía del faro en plena tormenta,
no creo en tus dioses y en sus promesas,
ni en la forma en que fueron ungidos.

Escucho al que no halló fuerza en sus letras,
prefiero que me hablen como en suspiros,
tomando cervezas como unos amigos,
que le plantan batalla a las fieras.

Mis dioses son de carne sincera,
jardineros a turnos de un caído cielo,
que beben rocío con sabor a hierro,
y buscan trabajo de mil maneras.

Su esfuerzo diario, callados versos,
sonríen felices pese a sus penas,
como viejos pastores de estrellas,
que al fuego del alba, devoran corderos.



























No hay comentarios:

Publicar un comentario