domingo, 6 de noviembre de 2011

Una visita al pasado...


...una reflexión de futuro.


Actualmente en nuestra sociedad civilizada existen tres dogmas indiscutibles que son la luz que alumbran e inspiran todos nuestros actos.

                              Conseguirlo con menos esfuerzo.

                                                                        Emplear menos tiempo en tenerlo

                                                                                                Pagar menos dinero por ello.


Este verano, en el conjunto etnográfico de Teixois nos enseñaron cómo vivían nuestros abuelos cuando todavía eran inmunes a estos tres mandamientos actualmente tan venerados, cuando los vecinos de una aldea no tenían más remedio que ayudarse unos a otros para subsistir, cuanto el tiempo lo marcaban las lunas llenas, las cosechas, las nevadas, cuando el planeta todavía respiraba calma por las mañanas.

En Teixois, con tan sólo desviar la quinta parte del agua de un pequeño arroyo y almacenarla en una balsa en altura, podían hacerla descender por varios conductos que impulsaban diversas hélices de madera de roble, cada una de las cuales desempeñaba una función.



Balsa o piscina donde se almacenaba el agua tomada prestada del arroyo.


El molino; cada vecino tenía derecho a utilizarlo un tiempo proporcional al tamaño de las tierras que poseía.

La piedra para afilar herramientas.


El batán se utilizaba para abatanar las telas golpeándolas en un recipiente refrigerado por la misma agua caída.


La caída de agua del Mazo, máquina con la que se batía el hierro para construir y moldear herramientas.


Mazo en funcionamiento.  Con tan solo el peso de la caída de agua sobre las aspas de roble, conseguía levantar un martillo de 2 toneladas que golpeaba ininterrumpidamente el hierro candente hasta malearlo con facilidad.



Después de realizar estos trabajos, el agua volvía a unirse a su cauce primitivo como si nada le hubiera pasado.




Me vino a la mente una frase que leí en la entrada de este blog  acerca de la biografía de Henry David Thoreau (1817-1862), naturalista y precursor de la conservación de la naturaleza.


"A menos que nuestros pies se planten por fin en la Naturaleza, todos nuestros rostros terminarán pálidos y descoloridos."





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