lunes, 22 de febrero de 2010

Versos que son suspiros.

(Al Gringo están a punto de fusilarlo contra un muro, mientras Harriet le grita a los revolucionarios mexicanos que lo suelten).

El Gringo: No puede comprenderme a mí ni a nada. Es su guerra, su país, tanto si usted y yo la aprobamos como si no. Me he comportado vilmente. Pobre capitán. Él sólo pretendía demostrarnos su valor ante la muerte y que podía morir de manera admirable. Resulta casi divertido pensar que no podía ocurrirme a mí, porque yo no estaba preparado. Pero, ¿sabe? Ha valido la pena... sólo por verla a usted. ¡Ha estado magnífica! Su apasionado interés por salvarme la vida ha sido... profundamente halagador. Estoy profundamente conmovido.

Harriet: ¡Es usted intolerable!

El Gringo: Toléreme. Toléreme, por favor. Se lo suplico. Ha pasado mucho tiempo desde que alguien lo intentó. Antes, las mujeres suspiraban. Hinchaban el pecho... ¡Qué hermosas eran! Yo pensé que siempre estarían ahí... suspirando en mi bigote. Venerando mis miradas. Esperando un gesto mío. Pero todas se han ido. No han esperado. Supongo que no llegué a inspirar suficiente amor... a ninguna de ellas.

Harriet: ¿Qué era?

El Gringo: ¿Qué era el qué?

Harriet: ¿Qué hacía para que suspirasen? Yo nunca he suspirado por un hombre.

El Gringo: Verá, cuando... sólo era un chiquillo, soñaba que haría cosas que cambiarían el mundo. Y una noche, cuando tenía unos 16 años le prometí a una muchacha que haría algo grandioso. Algo tan grande... que le resultaría imposible no amarme. Y que después de eso, volvería en busca de ella. “Bien, ¿y qué piensas hacer exactamente?” Escribiré el poema más hermoso que nadie haya escrito jamás. Un poema que haga que la gente llore de felicidad... y que ame con desesperación. Y que entiendan cuál es el significado de su existencia en la tierra. “Oh, no, no puedes escribir un poema así. Nadie puede”. Y yo le dije: “Tú espera”. “¿Durante cuánto tiempo?”, contestó. Y como yo era un chiquillo y cada hora me parecía llena de posibilidades ilimitadas le dije que por poco tiempo. (Pausa) He escrito durante 50 años. He escrito cada día de mi vida sin excepción. He escrito y he escrito. Durante largas noches de insomnio. En países extranjeros. En salas de prensa llenas de enemigos. He escrito mientras mi juventud se desvanecía. Y mientras el amor me traicionaba.

Hace muchos años que olvidé su cara. El color exacto de sus ojos, la precisa línea de su boca. Pero hoy, con la espalda contra aquel muro la he visto a usted. Y he sabido que usted era ella. Y que el único lugar en que podría haber escrito aquel poema habría sido entre sus brazos... Dios mío... cómo deseo besarla...

(La besa)

Eso es lo que hacía. Acaba usted de suspirar.
Diálogo extraído del libro de Carlos Fuentes, “Gringo Viejo”.

Partimos a lugares remotos en busca de la felicidad y solo, tras fracasar en su búsqueda, nos damos cuanta que la teníamos muy cerca, junto a nosotros.

Hay respuestas que no se obtienen de los libros, ni de los consejos de seres queridos. Solo aparecen tras haber probado, sufrido y descartado el resto de las posibles opciones.

Ello nos condena a repetir perpetuamente los mismos errores.

3 comentarios:

  1. Qué grande eres ...........

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  2. Parece que estás dispuesto a desprenderte de tu caparazón y mostrarte desnudo en el centro del anfiateatro. Te devoraremos con mucho gusto y dejaremos bien pulidos tus huesos.

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  3. Suso: solo el hecho de que pongáis comentarios ya me agrada, y si alguno fuera agradable ya sería la ost...
    Como tú bien dices, voy a probar a andar sin la coraza que me protegía de los depredadores. La única ventaja que tengo, aparte de la felicidad que me pueda producir, es que puedo correr y escapar más aprisa.

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